Fibras textiles: historia y ecología
La provincia de Ferreñafe abarca ambas vertientes de la Cordillera Occidental de los Andes (distritos de Kañaris e Inkawasi), así como una porción de los fértiles valles costeros que forma el río La Leche (distritos de Pítipo, Mesones Muro, Pueblo Nuevo y Ferreñafe). En la sierra ferreñafana la cordillera de los Andes alcanzan sus puntos altitudinales más bajos, formando un corredor natural entre las llanuras costeras y la Amazonía conocida como ‘depresión de Huancabamba’. Esta situación de ruta de paso le otorga a este espacio una gran diversidad ecológica y cultural, así como también una historia común. Parte de esta historia es precisamente la del telar de cintura que se ha utilizado en todo este espacio desde tiempos prehispánicos y hasta la actualidad, aunque con algunas diferencias, determinadas principalmente por las distintas fibras textiles que se producen en la costa y la sierra: el algodón y la lana.
Mapa de la Provincia de Ferreñafe
Representación moche de tejedoras en telar de cintura (Foto British Museum)
Para las culturas pre-hispánicas que se asentaron en los fértiles valles costeros del norte peruano, el tejido fue una parte fundamental de su cultura. Se utilizó para vestimenta, para transporte y almacenamiento, así como para enterrar a sus muertos y representar a sus deidades. La cultura Sicán o Lambayeque (VIII-XIV e. c.), asentada en la cuenca baja del río La Leche, enterró a sus señores con grandes riquezas, entre ellas gasas decoradas, brocados, bordados y tejidos pintados con patrones geométricos o figurativos con representaciones del mar y de animales, así como de figuras antropomorfas y deidades hechas en colores blancos, tonos marrones y amarillos, rojos, azules y verdes. Utilizaron el telar de cintura -que pervive hasta la actualidad-, además de las técnicas de tapiz y la de bordado. Durante la colonia se introdujeron los telares de pie, especialmente de la mano de los llamados obrajes durante el siglo XVIII, aunque no se abandonó el telar de cintura, ni el uso de las prendas confeccionadas en él, y hoy sigue siendo muy importante tanto en la costa como en la sierra de la provincia de Ferreñafe. En la costa vinculado a la producción de artesanía textil para la venta y en la sierra a la elaboración de la vestimenta, alforjas, sacos y ropa de cama, y también de forma creciente a la artesanía enfocada al mercado.
Camélidos, ovinos y el algodón país
Antes de la invasión europea, en la costa y sierra norte del Perú se utilizaban la lana de camélido y el algodón como fibras textiles principales, así como también diversas cañas y bejucos. Para la cultura Sicán los camélidos domesticados fueron centrales en el desarrollo de su sociedad, tal y como lo como lo demuestran las numerosas representaciones de estos camélidos, los resto óseos y los textiles elaborados con su lana que han sido hallados. La lana de camélido habría sido también extensamente utilizada en la sierra en épocas pre-hispánicas, aunque la cría de estas especies y el aprovechamiento de sus fibras se interrumpe durante la colonia, en relación con la rápida implantación de estancias ganaderas hispanas en la sierra norte y posteriormente con los obrajes de producción de cordobanes y de paños de lana de carnero en la costa. La lana de camélido o de ovino proveniente de la sierra, así como de los textiles elaborados con estas fibras, se utilizaron extensamente en la costa hasta la segunda mitad del siglo XX cuando irrumpen la fibras y textiles industriales a bajo coste. A principios del siglo XX, como lo recoge Henrich Brüning, en los mercados lambayecanos abundaban telas de lana provenientes de la sierra adyacente de Lambayeque, Cajamarca e incluso de Huaraz[1].
Vasija representando un cámelido procedente de Huca de las Ventanas.
Cultura Sicán (cortesía Museo Nacional de Sicán).
Por su parte, el denominado algodón nativo o ‘país’ (Gossypium barbadense y G. raimondii), ha sido utilizado desde tiempos prehispánicos y hasta la actualidad tanto en la costa como en la sierra de la provincia de Ferreñafe, aunque su producción se restringe a los valles costeros. Los primeros registros de textiles de algodón se encuentran en Huaca Prieta (Valle de Chicama) desde el 2500 a. e. c., aunque la presencia de la fibra se encuentra asociada a asentamientos humanos desde el 6000 a. e. c., en sitios como Nanchoc en el alto Zaña. Actualmente la producción del algodón nativo es escasa aunque se viene recuperando, tras el levantamiento definitivo del veto a su cultivo en 2008 cuando también fue declarado patrimonio botánico, genético y cultural de la nación. El veto al algodón nativo inició en 1949 cuando el Ministerio de Agricultura implementó medidas para erradicar el algodón nativo considerado vector de plagas y contaminación genéticas a las variedades comerciales. Esta política continuó hasta los años 90 del siglo XX cuando se impidió definitivamente la siembra de algodón nativo (1994). Durante la primera década del siglo XXI, vinculado al aumento de los mercados turísticos y artesanales internacionales, se ha incrementado la producción las variedades de algodón nativo, estrechamente ligadas con el desarrollo de la artesanía textil en telar de cintura.
Lana y Algodón: materias animadas
Las mujeres que tejen tienen una relación especial con las fibras de lana o algodón que ellas transforman en ponchos, alforjas o mantas. Esta relación está mediada por el entendimiento de estas materias –y de los productos en los que son transformados- como animados. Como seres vivos poseedores de sombra, el espíritu o fuerza vital que anima a todas las cosas que existen en el mundo y que determina las técnicas con las que son transformados, así como también las relaciones que las personas establecen con ellas. Tanto en la costa como en la sierra el algodón pardo oscuro, se utiliza para cubrir la parte superior de la cabeza de los bebés con el fin de protegerlos de ciertas enfermedades como el aire. En la costa, el algodón se utiliza extensamente para varios procedimientos curativos, especialmente limpias rituales en los que la persona pasa el algodón por su cuerpo para eliminar el mal. El algodón se quema cerca de la brasa develando en esta acción el diagnóstico de la enfermedad. En la sierra de la provincia de Ferreñafe, la transformación de las fibras es pensada como un proceso vital de muerte y renacimiento en el que las fibras mueren para renacer en el hilo. Los ovillos de dos hebras forman un runa, un hombre o mujer completos, es decir una pareja casada. Varios runas son utilizados para formar el telar que desde su urdido empieza a configurarse como un ser claramente antropo- o zoomorfo, que comparte parte de su fuerza vital con la tejedora que lo trajo a la vida. De forma análoga en la costa ferreñafana el tejido en telar de cintura se entiende como un proceso de crecimiento vinculado a la energía de la tejedora quien, en cada paso de la trama por la urdimbre, infunde la sombra o fuerza animadora al textil. Ese vínculo entre los textiles y las personas (sus hacedores o dueños) que continúa durante la vida de ambos e implica el establecimiento de relaciones recíprocas, aunque asimétricas.
Planta de algodón nativo, Museo Nacional de Sicán 2016
Concurso de productores agropecuarios Kallima 2009
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